Rafael,
un niño bien educado y de modales exquisitos, aplicado en el colegio. No era un
niño para nada feo, era de piel blanca, cabello rojizo y ojos
impresionablemente azules como el azul del cielo en un día de invierno. Con apenas once años había logrado ganar el
primer lugar de los mini atletas matemáticos de su colegio, siempre fue adorado
y elogiado por sus maestros, sin embargo, la envidia de sus compañeros era más
de lo que él podía soportar. De todo el instituto, Rafael solo tenía una amiga
con quien hablar y jugar a cualquier momento. Vídia siempre apoyaba a su
compañero, a pesar de ser un marginado social, ella sabia que no importaba,
pues cuando ella llego nueva a ese instituto, Rafael fue el único que se atrevió
a hablar con la chica nueva. Ambos tenían un lazo especial, eran la única razón
de las sonrisas que se trazaban en el rostro de Magdalena, la abuelita de Vídia.
Era una persona notablemente mayor y cualquiera que le veía, sabia que solo
duraría un par de años más antes de su eterna partida. No era persona del todo
risueña, solo se le veía estar feliz cuando su nieta lo estaba. Los padres de Vídia
murieron dos años después de su nacimiento, quedando así Magdalena como la
única familiar de la niña.
Como los padres de Rafael vivían
a una cuadra de la casa de Magdalena, ésta le permitía quedarse hasta tarde,
siempre y cuando los padres de Rafael estuvieran de acuerdo, así después ella
pasaría buscando a su nieta por la casa.
Era un viernes, y ambos compañeros estaban ansiosos por que sonara el timbre de
salida para poder ir a casa de Rafael y
jugar hasta la noche. Se supone que Ricardo, el hermano de Rafael los pasaría
buscando, pero, ese día su padre le había permitido venirse a ambos solos.
Estaban emocionados ya que su maestra les mando escribir un cuento en parejas,
y como era de costumbre, ambos se pusieron en conjunto para poder escribir
aquel cuento. Al sonar el timbre, ambos tomaron sus bolsos y salieron por el
corredor apresuradamente.
-Ví, sé que nunca te lo había
preguntado. Pero, el día de hoy me llamo mucho la atención la mancha que tienes
en el labio, ¿Qué es?
-Según, mi abuela, es una cruz.
Dice que es una marca de nacimiento muy especial, y me mantiene lo más cerca
posible de Dios. Sin embargo, cada vez que le pregunto mucho sobre él, se
refugia en sus pensamientos y deja de contestar. Normalmente no lo hago porque
se pone triste sin ninguna razón. Realmente a mi tampoco me gusta, me hace
sentir rara, y sé que los niños del aula murmuran sobre ella y me hacen sentir
como un fenómeno.
-Pues no debería por qué, me
parece que te hace especial. Lo escuché en una de las canciones que Ricardo
escucha. Todos somos hermosos a nuestra manera por que Dios no comete errores.
-Pero nos hace a algunos extremadamente
diferentes. –Se le noto el rostro algo decaído al responderle.
-¡Gracias a Dios!, te imaginas,
¿ser idéntico a alguien mas?
-Sobretodo si te pareces a Rene
McMoco. -Ambos rompieron a carcajadas, pues así le decían a uno de sus
compañeros de clases, que tenía una muy larga lista de alergias que le
producían mucha flema.
Ambos siguieron charlando y
riendo hasta llegar a casa. Comieron, miraron algo de tv y luego empezaron a
sacar ideas para el cuento. Vídia quería escribir sobre una niña que fuera como
un ángel, que le sirviera de ayuda a muchas personas y que ayudara a los
enfermos. Eso era todo lo que ella quería ser. Sin embargo, Rafael quería
escribir sobre un circo de gente extraña que llegaba a ciudades y causaba
estragos y desastres naturales, como una maldición cirquera. Ambos niños tenían
ideas buenas para sus edades, de hecho, escucharlos hablar era algo que a
muchos les causaba impresión. No hablaban como si tuvieran doce años, en
diferencia a los demás niños, ellos crecieron siendo rechazados por niños de
sus edades, haciendo que estos se juntaran con la mayoría de sus profesores y
mayores, nutriéndose de la intelectualidad que ahora los hacía especiales. Ya
entrada la tarde, ambos habían decidido hacer el trabajo luego, después de
pensar y decidir que historia iban a elegir.
-Todavía nos queda tiempo para
ver una película antes de que te vayas. Ayúdame a elegir una. –Sugirió Rafael,
y buscaron entre unas gavetas donde su padre guardaba las películas. Sacaron de
terror, comedia, románticas. Había tantos títulos por escoger, pero al final,
Vídia consiguió elegir una.
- Veamos esta. Mi abuela dice que
esta película es como la historia de mis padres, sin embargo, nunca la he
visto.
-Está bien, a mis padres les
encanta. Pero nunca me ha llamado la atención, pero si tu quieres…
-¡Ya veras que te encantara! Si
mi abuela dice que una película es buena, es por que lo es.
-¿Y de que se trata?
-Creo que es de una pareja que se
conoce en un crucero. Ellos se enamoran y son felices, pero mueren de una
manera trágica. Claro, mis padres antes de morir me tuvieron a mí.
Ambos vieron la película. Casi al
finalizar Rafa se duerme, pero Vídia ni por un momento mostro síntomas de
sueño, se mostraba intrigada. Sin embargo, hubo un momento en la película en
donde los protagonistas se besan. Ambos se sonrojaron y soltaron unas cuantas
risas inocentes.
Ya era hora de irse y Magdalena
no había llegado. Rafael le insistió a su padre que por favor los dejaran irse
solos, después de todo solo cruzarían una calle. Pero este nunca dejo de
negarse, pero su esposa le dijo que los dejara, que Rafael era muy cuidadoso y
sabia todo lo que había que hacer para cruzar una simple calle y volver sano y
salvo. El padre acepto y los dejo que fueran. Vídia tomó sus cosas y juntos salieron.
-Te imaginas que nuestra vida
algún día sea como una película. –Dijo Rafael.
-Seria maravilloso, sobretodo si
es una historia tan romántica como la de la película que vimos. Algún día
quisiera que nuestras aventuras salieran en una pantalla de cines, y ser
famosos.- Se le notaba la ilusión en los ojos de Vídia, ella siempre quiere
llegar a ser una gran figura para todos.
-Dios nos dio la vida. La tarea
de hacer de ella una película es nuestra decisión. Tenemos que hacer cosas
grandes.
-Ya llegamos a la esquina, ya te
puedes devolver. Dos casas más después de esta esquina y llego sanita.
-¿Estas segura? Por que yo debo
acompañarte.
-No, estoy segura de que yo puedo
sola.
-Esta bien.- Contesto Rafael. Dos
segundos después los labios virginales e inocentes se encontraron con los
iguales labios de Rafael. – ¿Y eso que fue?
-No seas tonto, Rafa. Fue solo un
beso como el de la película. Después de todo si nuestra vida va a ser una
película hay que hacerla como las reales. –Vídia no tuvo respuesta. Rafael seguía
un poco desconcertado después de eso. –Mira, mejor no hubiera hecho nada. Ya
hasta te pusiste tonto. ¡Hasta luego!
-¡Calmate! Y no creas eso.
Nuestra película va a ser la mejor.-Dijo Rafael con una inocente y natural
sonrisa en su rostro.
-Entonces, hasta luego, colega.
Rafael se dio media vuelta y en
una fracción de segundo pensó en como le había gustado tanto aquel besito que
le había dado su única y mejor amiga. Pensó en que algún día la vida de ambos
se iba a convertir en la historia de la película. Tenia pensamientos muy
profundos para su edad, pero no eran pecaminosos, solo quería ser amable y
amoroso. Y vaya que su vida iba a ser como la de la película. En otra fracción
de segundo Rafael escucho un alarido y un golpe, pensó que era solo su imaginación
jugándole una de esas bromas de las cuales hacen que nos pongamos nerviosos y
nos dé miedo cuando estamos solos. Sin embargo, al voltear a asegurarse de que
su amiga estuviera bien, vio aquella imagen horrorosa y cruda que a cualquier
niño le causaría muchos traumas. Pero ahí estaba Rafa, sin saber que hacer, ni
como actuar. Siguió helado, por unos minutos hasta que una señora se acerco y
tapo los ojos de aquel niño, pero ya era demasiado tarde, éste niño ya había
observado durante el tiempo suficiente como su amiga se iba y no iba a volver
nunca jamás.
Yo soy Rafael, y éste es mi
cuento. Han pasado ya 12 años desde aquella tragedia y nunca volví a ser el
mismo. Después de aquel acontecimiento, duraba más de la mitad del día en un
psicólogo, nadie podía hacer que dijera una palabra o que pudiera hacer algo,
ninguna mueca o ningún juego hacia que reaccionara. Yo aun no sabía que hacer,
o que debí hacer. La tuve que haber acompañado, o tuvimos que esperar a que su
abuela llegara. Nunca olvidare a esa indefensa alma jovial y activa como se
había convertido en un cuerpo muerto e inútil. No podía sacarme de la cabeza el
sonido del golpe de un vehículo contra aquel cuerpo de huesos frágiles, solo
recordarlo hacia que no pudiera dormir, o pensar en cualquier otra cosa.
El día del velorio de mi amiga,
por la noche me quede despierto y escuche como la abuela, que después de una
semana murió por depresión, le contaba a mi madre que ella se esperaba que
Vídia muriera a temprana edad, pues la marca de cruz que se situaba en su
labio, significaba para ella que ella era un ángel. Y que los ángeles vienen a
la tierra con un propósito y después de que lo cumplen, simplemente se van. Hoy
en día no se si eso sea verdad. Pero de algo si estoy seguro, ella era mi
ángel. El cuento que debimos entregar, no lo entregue para la fecha pautada
pues me sacaron del instituto y me inscribieron en otro. Hace algunos años
atrás busqué a la profesora que nos encargó hacer el cuento, y le entregué un
cuento, el más especial de todos. El cuento se trataba de Vídia, y se basaba en
la idea de Vídia. Una niña que era como un ángel y que ayudaba a todos. Me
mantenía feliz a mí ante cualquier situación, mantenía feliz a mis padres por
ser la única amiga y compañera que tenia, y era la única felicidad de su
abuela, por eso quizás murió, ya no tenia ninguna razón por la cual vivir, pues
todo lo que ella quería y adoraba, estaba muerto. Por eso ella era la niña
ángel que ayudaba a otras personas.
La profesora se mostró
desconcertada, sin embargo, insistí en que la leyera y que me diera un puntaje,
que era todo lo que yo quería ahora. Al día siguiente después de eso me dijo
que pasara por su casa después de clases recogiéndolo. Cuando lo hice, me dio
sus condolencias y me dijo que la nota que se encontraba en el cuento era la
nota de nuestras vidas, era la nota de nuestra posible película. En la portada
del cuento estaba marcado un veintiuno sobre veinte. Era más de la nota
perfecta.
Nuestra historia fue corta, sin
embargo, perfecta. Y he escrito un libro sobre nosotros, y gracias a Dios logró
ser publicada y ha logrado ser un Best-seller,
y lo más importante, tu y yo tendremos nuestra película, le ha encantado
tanto a todo el mundo que han decidido hacer una película inspirada en nuestra
corta y triste historia. Hoy me encuentro en tu lugar de reposo hablando
contigo como si estuvieras aquí, y sé que lo estas, después de todo siempre
estas conmigo, tu eres mi ángel guardián. Y prometo venir todos los sábados a
leerte nuestro libro, y cuando termine lo volveré a leer, y así seguiré hasta
estar a tu lado algún día y poder leerlo juntos.
Te extraño mi pequeña ángel.
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