miércoles, 29 de mayo de 2013

Dyner. (Parte 1)

Dyner, un simple nombre de dos silabas, pero con más importancia que cualquier otro.
Sacar de mis pensamientos ese cabello castaño, corto y con flequillo, que lograba una composición de inmensa ingenuidad, me resultaba casi imposible. Su risa, simplemente pura y jovial que hacia que me estremeciera al solo escucharla. Ni hablar de su rostro cuando esta triste, o molesta, realmente es un acertijo saber cual es su estado de animo, al igual que en lo que esta pensando, un acertijo que me causa un efecto indescriptible en el estomago. No es pena, no es vergüenza lo que siento. No es lastima… Es solo que, realmente me importa.
No cabe duda, no lo puedo negar ni a ella misma, si en cualquier momento ella decidiera preguntarme si mis sentimientos son devotos a ella, no lo pensaría tanto, por que la respuesta ya la sé, y no se la puedo negar. En una celebración en su inmenso hogar, logre captar todos esos detalles, lo hermosa que era, y  sigue siendo. Recuerdo el primer día que la vi. Una fría tarde. Su caminar era totalmente delicado, sin embargo, su manera de hablar irradiaba una colosal seguridad y fuerte confianza. Su gracia, su personalidad, su cuerpo, simplemente todo perfecto.
He oído extraños rumores acerca de ella, pero no los acepto. Hay quienes dicen que uno cree lo que quiere creer, y es totalmente cierto, a mi punto de vista. Creo más bien, que es una persona pura y tierna. Cualquier otra anécdota, estoy seguro de marcarla como otra difamación por parte de la extraña e hipócrita sociedad.
Su padre proponía un brindis, se situaba al lado de la gran mesa, la cual la componían los invitados de la familia, siete personas en total; Su tía, Haze. Su prima, Clara. Estaba su padre, un hombre muy bien visto ante la sociedad. Su madre, una mujer de muy buenos rasgos, con un cuerpo totalmente atractivo a cualquier hombre, sin embargo, no por todos, aunque su cuerpo fuera atractivo, para mí, totalmente era opacada ante aquel esbelto cuerpo, que era cubierto por una piel tan suave y pálida, cuyos rasgos me hacían imaginar escenas tan pecaminosas como románticas. Y al lado de ellos, estaba un hombre de piel morena, contextura delgada, realmente afortunado, y digo afortunado puesto que nunca había sentido nada así por un hombre, nunca había sentido algo tan fuerte, que Dios me perdone ante sus mandamientos, pero la envidia fuerte que me corría entre las entrañas era inmensa. Y no era su dinero, su casa, ni el costoso anillo de su dedo anular situado en su mano izquierda. Lo que realmente codiciaba de este hombre era a Dyner, la mujer cual llevaba el otro gemelo de aquel anillo. Esa circunferencia costosa, que simbolizaba una unión concreta. ¡Bah! Patrañas, ni el más puro amor se demuestra con diamantes y oro, solo son puros estereotipos de la ambiciosa sociedad. El verdadero amor  se demuestra con pasión, cuidado y constante afecto. Este hombre solo poseía el dinero, pero no el amor de mi amada platónica.
Aunque en su rostro se podía ver una alegría intensa, yo, como buen lector y escritor romántico, sé notar cosas que a simple vista no suelen verse por cualquier persona, Dios me ha bendecido con una intuición para las emociones de quienes me rodean. Y  he notado distintos aspectos los cuales me hacen pensar que la señorita Gashrell no estaba recibiendo afecto y cariño que se merecía.
Decidido de alejarla de mis pensamientos por aunque sea un momento, me dirijo hacia el hermoso laberinto de rosas que poseía la casa. Como amaba venir a visitar a esta familia y pasearme por estos jardines, que resultaban lograr un impresionante desvanecedor de mis problemas y pensamientos constantes. Cuando vengo aquí, solo me dirijo hacia el centro del laberinto en donde hay una fuente blanca rodeada de blancas sillas, la rosas blancas y rojas alrededor forman un armónico y tranquilo paisaje, y fumarme un cigarrillo nunca esta de más.
Y ahí estaba yo con mi cigarrillo a medias, recostado del muro de rosas que impregnaban un olor tan delicioso que me resultaba mas agradable estar ahí que en la misma reunión. Cerraba mis ojos constantemente e imaginaba estar lejos, o simplemente el deseo pecaminoso de morir. Desde que toda mi familia muriera sin dejar a nadie conmigo, todo se tornaba oscuro y triste, una monotonía repugnante para cualquier ser humano. Solo era yo y mi caja de cigarrillos.
-Problemas, cigarrillos. Estrés, cigarrillos. Felicidad… cigarrillos. ¿Acaso la respuesta de todos los problemas o incidentes  para los hombres es el cigarrillo? -Dijo una delicada voz que se ubicaba unos pocos metros lejos de mí. Al abrir mis ojos, estaba su silueta bajo terciopelo azul como la noche que se adhería a su figura. Realmente seductor. Realmente tentativo para cualquier alma débil.
-El principal culpable son las mujeres, son nuestra mayor preocupación.-Intenté mantener mi calma y actuar con normalidad, pero debilitaba mis sentidos su presencia en este sitio que me colocaba tan vulnerable. –Además, los mejores amigos de las mujeres son los diamantes, un costoso capricho que nos conduce poco a poco a la ruina.
-Señor White, que mala impresión tiene de mi amigo.-Dijo tocándose su despampanante cadena de diamantes que colgaba de su delgado cuello.- Después de todo, los diamantes son para siempre. Los cigarrillos solo duran unos minutos y causan una muerte lenta. Creo que los diamantes son mejor que cualquier cosa, incluso los hombres. Los diamantes nunca te mentirán, y siempre te harán lucir hermosa en cualquier situación.
-Pues que mala perspectiva tiene usted de nosotros, señorita Gashrell.
-Mala, no lo creo, Joseph.
-Si me permite, Dyner, ¿Cómo sabe usted mi nombre y apellido?
-Señor White, le sorprendería todas las cosas que sé de los invitados de las reuniones de mi padre.
Duramos unos cuantos minutos dialogando sobre lo aburrido que eran esas fiestas, de hecho, habíamos dejado a un lado la educación y nos dábamos la oportunidad de tutearnos. No era correcto, pero se sentía muy bien.
-Querida, te he estado buscando por todas partes.-Otra voz que me tomaba por sorpresa. Al voltear conseguí ver la figura Ronald J. Hornald, dueño del anillo.- Oh, señor White, un placer saludarlo. Logre ver uno de sus cuentos infantiles en el periódico, vaya que tiene usted talento.-El acento de sarcasmo me resultaba delicioso, y más cuando me lo decía un pelmazo adinerado por herencia de sus padres y no realmente propio.
-Gracias, su opinión me resulta tan importante y relevante, señor Hornald. -Respondí con el mismo tono sarcástico.
El señor Hornald tomó a su prometida, y ambos se fueron, pero, me pareció extraño la ultima mirada de Dyner, fue como si no hubiera sido un adiós, más bien como un… Hasta luego.
Esa noche me dirigí pensativo a mi casa, ésta no era de un gran valor,  pero era todo lo que tenia, todo lo que mi esfuerzo y trabajo me permitía alcanzar. Me senté en mi cama, y respire muy fuertemente, pensando en éste día tan gratificante cuando la señorita Gashrell me había dirigido unas cuantas palabras. También pensé en el momento en que subí al pasillo de los dormitorios silenciosamente e introduje una nota en su puerta. Utilice el nombre de mi amigo Louis Marlx, amigo de ambos, tanto de ella como mío. La nota era clara y concisa, y si tenía suerte, se cumpliría.
“Querida Dyner, soy yo, Marlx.
Mañana por la tarde habrá una exposición de arte italiano en la galería Germanotta, si pudieras ir sería fantástico, sé cuanto amas el arte europeo. Si consigues ir, por favor, no lleves a tu arrogante y pedante prometido, su presencia me repugna. Si decides ir, a las ocho en punto espero verte en la entrada.
Espero verte”.
Desperté, desayune y me puse lo primero que encontré. Salí totalmente desaliñado hacia la ciudad buscando un glamuroso traje que combinara con Miss Gashrell, busque entre todas las tiendas tratando de conseguir algo decente. Pero sabía que si no gastaba lo suficiente, nunca lo iba a conseguir. Decidí irme Elizabeth Street. Y como era de esperarse, lo conseguí. Un traje gris, no sabría como describirlo, pues no sé nada de telas. Pero era casi parecido a los que utiliza el señor Hornald.
Ocho en punto. Estoy listo, nervioso y ansioso por ver a Dyner entrar por la puerta de cristal de la galería. Ocho y cuarto, no ha llegado. Ocho y media, la galería cierra a las nueve. Me resigne de esperarla y verla esa noche. Seguro no vendría, ya todo mi anhelo por verla se había esfumado. Quizás sus “hasta luego”, eran un simple adiós malinterpretado. Así que me di media vuelta, iba a atravesar la puerta del salón. Me detuve, Dyner, por favor llega… Hazme feliz solo por una noche con tu presencia. Listo, solo tres segundos, no más. Tres… Dos.
-Sabia que no era Marlx, su escritura era bien cuidada y los signos de puntuación son casi imposibles en escrituras de un borracho como él. La verdadera interrogante era quien podría ser, y entre mis dos sospechosos usted era uno.
-Elemental, mi querida Watson.-Dije con una sonrisa en el rostro. Cuando voltee, logre ver aquella figura, silueta, aquel rostro, era imposible no perderse entre sus ojos.-Me alegra que haya decidido venir señorita Gashrell.
-Por favor, Joseph. Déjate de protocolo, ambos sabemos que estamos incomodos con eso.
-Si tú lo dices. ¿Entramos?
Ambos entramos a la galería. No tuvimos mucho tiempo de observar nada, pues cerraba a las nueve, muy temprano para una exposición. Cada segundo de la exposición lograba observar el arte de Dios, la mujer creada de sus manos. Prefería mas observar a detalladamente aquella mujer americana, que a esa aburrida y monótona exposición de arte italiano que solo los lame suelas se “deleitan” con él. Fingiendo saber de arte, cuando en su vida lo único que logran conseguir son imitaciones de Picasso, creyendo que es un original. Ilusos.
Al salir, estaba algo nervioso, y no precisamente por su presencia, sino por que ya se había acabado nuestra “cita”.
-Increíble exposición, ¿no cree usted, Joseph?
-¡Bah! Aburrido para mi gusto, prefiero el riesgo del arte americano.
-Un romántico como usted, siempre tan sincero.-Dijo entre unas cuantas risas, y yo reí con ella.
-Volviendo a nuestros papeles sociales, señorita Gashrell. Creo que ha sido el final de la velada.  Si no fuera por su esposo, desearía llevarla hasta la puerta de su hogar.
-Descuide.-Respondió y lo que quedaba de sonrisas en su rostro se desvaneció, y vino esa expresión que me vuelve loco por no saber que significa, es como tristeza mezclada con rabia. Realmente algo inexplicable incluso para mí.
-¿Que ocurre?
-Joseph, ¿alguna vez has tenido una prometida, quizás, una esposa?
-Mi ex mujer, resulto engañarme con uno de mis “colegas”. Así que todo se acabo.
-¿Cómo acabo?
-Ella murió.
-¡AH! No me diga que usted… -Se notaba algo exaltada y preocupada al darle yo una respuesta tal como esa.
-No seria capaz. Ella murió por problemas médicos, VIH, para ser precisos.
-Lo siento, debe ser difícil para usted hablar de esto.
-No realmente. Más bien me intriga. Creo que todo es Karma. Como amo ese factor de la vida.
-Estas loco, Joe.-Dijo soltándome una de sus risas confortables.- Y al parecer, no somos tan diferentes.
-Así que Don Pedante le ha jugado una mala a usted.
-Larga historia. Pero tengo tiempo para contársela, claro, si usted no tiene algún compromiso.
-Para nada.
-Vayamos a mi casa entonces. Mis padres se encuentran en un ala diferente de la casa y dudo que lo vean. Mi prometido, seguro no ha de estar.
Y así nos dirigimos a su casa, dialogando sobre todas las faltas de su esposo. Me sorprende como una mujer es fiel a tan desgraciada persona que solo merece pudrirse en su desorden emocional cubierto por dinero, alcohol y prostitutas.
-Usted sabe que una mujer tan hermosa como usted no se merece esto, ¿cierto?
-Así es. Pero ya nada se puede hacer.-Alzo su mano izquierda separando sus dedos y mirando su anillo de compromiso.
-eso es solo un anillo. No es un pacto con el diablo.
-Si lo es. Sientes la presión de que no quieres ser vista por mis amigas, mis padres, mi familia y la sociedad como la mujer que fracaso en su compromiso, después de eso, ningún hombre seria capaz de aceptarme. Mi orgullo no me permite dejarlo, Joe.
En eso ya había estacionado el automóvil, bajamos y entramos a su casa. Ella me dijo que seria mejor que fuéramos a su compartimiento de la casa. Entramos por un gran arco que dividía un salón tras la sala de estar con la suya propia, me dijo que subiéramos a su gran habitación. Y me invitó a sentarme en uno de los grandes sillones que se encontraban en aquella sala tan lujosa. Que dichosa es la vida de los millonarios, no se preocupan tanto. Quisiera algún día serlo, pero presiento que perdería la esencia de humildad y la personalidad que me caracteriza.
-Bueno, señor altísimo y real majestad, ¿desea usted una copa?
-Creo que estaría bien.
Sirvió dos tragos con champan y brindamos por ella y yo, almas libres de pensar como les diera la gana. Puso música, música lenta. Era increíble como la música mas el champan y la presencia de Dyner me hacia sentir mejor que cuando fumo un cigarrillo. Nunca antes me había sentido también. Me dio su mano, en forma de bailar con ella. Y ahí estábamos bailando en su sala de estar, al ritmo de la música. Me acomode para poder ver sus ojos, ella voltio también. Nuestra miradas se encontraron.
-Disculpe que haga esto, señorita Gashrell.-Tape sus ojos, y ella se dejaba llevar antes mis manos. Me acerque poco a poco, su rostro con el mío estaban lo suficientemente cerca como para sentir su respiración. Podía también sentir lo nerviosa que estaba, su respiración se cortaba. Si no lo hacia ahora, no lo haría nunca. Mis labios tocaron los de ella pero no se movieron, solo estuvieron juntos.-Pero, muero por hacer esto desde hace mucho tiempo.-La bese.

Nuestros labios empezaron un juego extremadamente excitante que me hacia erizar la piel. No creía que algún día la mujer de mis pensamientos estaría en mis brazos, con nuestros labios uno junto al otro. Fui bajando mi mano de su rostro, poco a poco. Abrí mis ojos para poder verla, y la expresión de su cara era increíble, no se podía describir. Realmente podía sentir sus jugosos y suaves labios contra los míos. Delicados como ella, mucho mas suave que su piel de terciopelo. La mujer que tanto quería era mía, aunque sea por un instante. Y en el segundo instante, me propuse el objetivo de mi vida. Sus labios, su cuerpo y su amor debían ser míos por siempre, así tenga que romper una relación, así tenga que ser despedazado por la agresiva sociedad. El hombre que no la merecía había perdido su oportunidad de en su vida hacer feliz a una mujer. Me prometí a mi mismo que de ahora en adelante yo ocuparía su lugar. Todo estaba realmente claro para mí, la única interrogante en el caso era si Dyner Gashrell estaría dispuesta a dejar las cadenas que la sociedad y que ella misma por orgullo se habían colocado. Si no me dejara hacerla feliz conmigo, no tendría mas nada que buscar en esta vida de escritor romántico que me he cargado. Ya no habría nada más de que escribir, solo de mi triste y trágico final. Todo está en manos de la señorita Gashrell. 

jueves, 23 de mayo de 2013

El beso de un ángel.


Rafael, un niño bien educado y de modales exquisitos, aplicado en el colegio. No era un niño para nada feo, era de piel blanca, cabello rojizo y ojos impresionablemente azules como el azul del cielo en un día de invierno.  Con apenas once años había logrado ganar el primer lugar de los mini atletas matemáticos de su colegio, siempre fue adorado y elogiado por sus maestros, sin embargo, la envidia de sus compañeros era más de lo que él podía soportar. De todo el instituto, Rafael solo tenía una amiga con quien hablar y jugar a cualquier momento. Vídia siempre apoyaba a su compañero, a pesar de ser un marginado social, ella sabia que no importaba, pues cuando ella llego nueva a ese instituto, Rafael fue el único que se atrevió a hablar con la chica nueva. Ambos tenían un lazo especial, eran la única razón de las sonrisas que se trazaban en el rostro de Magdalena, la abuelita de Vídia. Era una persona notablemente mayor y cualquiera que le veía, sabia que solo duraría un par de años más antes de su eterna partida. No era persona del todo risueña, solo se le veía estar feliz cuando su nieta lo estaba. Los padres de Vídia murieron dos años después de su nacimiento, quedando así Magdalena como la única familiar de la niña.
Como los padres de Rafael vivían a una cuadra de la casa de Magdalena, ésta le permitía quedarse hasta tarde, siempre y cuando los padres de Rafael estuvieran de acuerdo, así después ella pasaría buscando a su nieta por la casa.  
Era un viernes, y ambos compañeros  estaban ansiosos por que sonara el timbre de salida para  poder ir a casa de Rafael y jugar hasta la noche. Se supone que Ricardo, el hermano de Rafael los pasaría buscando, pero, ese día su padre le había permitido venirse a ambos solos. Estaban emocionados ya que su maestra les mando escribir un cuento en parejas, y como era de costumbre, ambos se pusieron en conjunto para poder escribir aquel cuento. Al sonar el timbre, ambos tomaron sus bolsos y salieron por el corredor apresuradamente.
-Ví, sé que nunca te lo había preguntado. Pero, el día de hoy me llamo mucho la atención la mancha que tienes en el labio, ¿Qué es?
-Según, mi abuela, es una cruz. Dice que es una marca de nacimiento muy especial, y me mantiene lo más cerca posible de Dios. Sin embargo, cada vez que le pregunto mucho sobre él, se refugia en sus pensamientos y deja de contestar. Normalmente no lo hago porque se pone triste sin ninguna razón. Realmente a mi tampoco me gusta, me hace sentir rara, y sé que los niños del aula murmuran sobre ella y me hacen sentir como un fenómeno.
-Pues no debería por qué, me parece que te hace especial. Lo escuché en una de las canciones que Ricardo escucha. Todos somos hermosos a nuestra manera por que Dios no comete errores.
-Pero nos hace a algunos extremadamente diferentes. –Se le noto el rostro algo decaído al responderle.
-¡Gracias a Dios!, te imaginas, ¿ser idéntico a alguien mas?
-Sobretodo si te pareces a Rene McMoco. -Ambos rompieron a carcajadas, pues así le decían a uno de sus compañeros de clases, que tenía una muy larga lista de alergias que le producían mucha flema.
Ambos siguieron charlando y riendo hasta llegar a casa. Comieron, miraron algo de tv y luego empezaron a sacar ideas para el cuento. Vídia quería escribir sobre una niña que fuera como un ángel, que le sirviera de ayuda a muchas personas y que ayudara a los enfermos. Eso era todo lo que ella quería ser. Sin embargo, Rafael quería escribir sobre un circo de gente extraña que llegaba a ciudades y causaba estragos y desastres naturales, como una maldición cirquera. Ambos niños tenían ideas buenas para sus edades, de hecho, escucharlos hablar era algo que a muchos les causaba impresión. No hablaban como si tuvieran doce años, en diferencia a los demás niños, ellos crecieron siendo rechazados por niños de sus edades, haciendo que estos se juntaran con la mayoría de sus profesores y mayores, nutriéndose de la intelectualidad que ahora los hacía especiales. Ya entrada la tarde, ambos habían decidido hacer el trabajo luego, después de pensar y decidir que historia iban a elegir.
-Todavía nos queda tiempo para ver una película antes de que te vayas. Ayúdame a elegir una. –Sugirió Rafael, y buscaron entre unas gavetas donde su padre guardaba las películas. Sacaron de terror, comedia, románticas. Había tantos títulos por escoger, pero al final, Vídia consiguió elegir una.
- Veamos esta. Mi abuela dice que esta película es como la historia de mis padres, sin embargo, nunca la he visto.
-Está bien, a mis padres les encanta. Pero nunca me ha llamado la atención, pero si tu quieres…
-¡Ya veras que te encantara! Si mi abuela dice que una película es buena, es por que lo es.
-¿Y de que se trata?
-Creo que es de una pareja que se conoce en un crucero. Ellos se enamoran y son felices, pero mueren de una manera trágica. Claro, mis padres antes de morir me tuvieron a mí.
Ambos vieron la película. Casi al finalizar Rafa se duerme, pero Vídia ni por un momento mostro síntomas de sueño, se mostraba intrigada. Sin embargo, hubo un momento en la película en donde los protagonistas se besan. Ambos se sonrojaron y soltaron unas cuantas risas inocentes.
Ya era hora de irse y Magdalena no había llegado. Rafael le insistió a su padre que por favor los dejaran irse solos, después de todo solo cruzarían una calle. Pero este nunca dejo de negarse, pero su esposa le dijo que los dejara, que Rafael era muy cuidadoso y sabia todo lo que había que hacer para cruzar una simple calle y volver sano y salvo. El padre acepto y los dejo que fueran. Vídia tomó sus cosas y juntos salieron.
-Te imaginas que nuestra vida algún día sea como una película. –Dijo Rafael.
-Seria maravilloso, sobretodo si es una historia tan romántica como la de la película que vimos. Algún día quisiera que nuestras aventuras salieran en una pantalla de cines, y ser famosos.- Se le notaba la ilusión en los ojos de Vídia, ella siempre quiere llegar a ser una gran figura para todos.
-Dios nos dio la vida. La tarea de hacer de ella una película es nuestra decisión. Tenemos que hacer cosas grandes.
-Ya llegamos a la esquina, ya te puedes devolver. Dos casas más después de esta esquina y llego sanita.
-¿Estas segura? Por que yo debo acompañarte.
-No, estoy segura de que yo puedo sola.
-Esta bien.- Contesto Rafael. Dos segundos después los labios virginales e inocentes se encontraron con los iguales labios de Rafael. – ¿Y eso que fue?
-No seas tonto, Rafa. Fue solo un beso como el de la película. Después de todo si nuestra vida va a ser una película hay que hacerla como las reales. –Vídia no tuvo respuesta. Rafael seguía un poco desconcertado después de eso. –Mira, mejor no hubiera hecho nada. Ya hasta te pusiste tonto. ¡Hasta luego!
-¡Calmate! Y no creas eso. Nuestra película va a ser la mejor.-Dijo Rafael con una inocente y natural sonrisa en su rostro.
-Entonces, hasta luego, colega.
Rafael se dio media vuelta y en una fracción de segundo pensó en como le había gustado tanto aquel besito que le había dado su única y mejor amiga. Pensó en que algún día la vida de ambos se iba a convertir en la historia de la película. Tenia pensamientos muy profundos para su edad, pero no eran pecaminosos, solo quería ser amable y amoroso. Y vaya que su vida iba a ser como la de la película. En otra fracción de segundo Rafael escucho un alarido y un golpe, pensó que era solo su imaginación jugándole una de esas bromas de las cuales hacen que nos pongamos nerviosos y nos dé miedo cuando estamos solos. Sin embargo, al voltear a asegurarse de que su amiga estuviera bien, vio aquella imagen horrorosa y cruda que a cualquier niño le causaría muchos traumas. Pero ahí estaba Rafa, sin saber que hacer, ni como actuar. Siguió helado, por unos minutos hasta que una señora se acerco y tapo los ojos de aquel niño, pero ya era demasiado tarde, éste niño ya había observado durante el tiempo suficiente como su amiga se iba y no iba a volver nunca jamás.
Yo soy Rafael, y éste es mi cuento. Han pasado ya 12 años desde aquella tragedia y nunca volví a ser el mismo. Después de aquel acontecimiento, duraba más de la mitad del día en un psicólogo, nadie podía hacer que dijera una palabra o que pudiera hacer algo, ninguna mueca o ningún juego hacia que reaccionara. Yo aun no sabía que hacer, o que debí hacer. La tuve que haber acompañado, o tuvimos que esperar a que su abuela llegara. Nunca olvidare a esa indefensa alma jovial y activa como se había convertido en un cuerpo muerto e inútil. No podía sacarme de la cabeza el sonido del golpe de un vehículo contra aquel cuerpo de huesos frágiles, solo recordarlo hacia que no pudiera dormir, o pensar en cualquier otra cosa.
El día del velorio de mi amiga, por la noche me quede despierto y escuche como la abuela, que después de una semana murió por depresión, le contaba a mi madre que ella se esperaba que Vídia muriera a temprana edad, pues la marca de cruz que se situaba en su labio, significaba para ella que ella era un ángel. Y que los ángeles vienen a la tierra con un propósito y después de que lo cumplen, simplemente se van. Hoy en día no se si eso sea verdad. Pero de algo si estoy seguro, ella era mi ángel. El cuento que debimos entregar, no lo entregue para la fecha pautada pues me sacaron del instituto y me inscribieron en otro. Hace algunos años atrás busqué a la profesora que nos encargó hacer el cuento, y le entregué un cuento, el más especial de todos. El cuento se trataba de Vídia, y se basaba en la idea de Vídia. Una niña que era como un ángel y que ayudaba a todos. Me mantenía feliz a mí ante cualquier situación, mantenía feliz a mis padres por ser la única amiga y compañera que tenia, y era la única felicidad de su abuela, por eso quizás murió, ya no tenia ninguna razón por la cual vivir, pues todo lo que ella quería y adoraba, estaba muerto. Por eso ella era la niña ángel que ayudaba a otras personas.
La profesora se mostró desconcertada, sin embargo, insistí en que la leyera y que me diera un puntaje, que era todo lo que yo quería ahora. Al día siguiente después de eso me dijo que pasara por su casa después de clases recogiéndolo. Cuando lo hice, me dio sus condolencias y me dijo que la nota que se encontraba en el cuento era la nota de nuestras vidas, era la nota de nuestra posible película. En la portada del cuento estaba marcado un veintiuno sobre veinte. Era más de la nota perfecta.
Nuestra historia fue corta, sin embargo, perfecta. Y he escrito un libro sobre nosotros, y gracias a Dios logró ser publicada y ha logrado ser un Best-seller, y lo más importante, tu y yo tendremos nuestra película, le ha encantado tanto a todo el mundo que han decidido hacer una película inspirada en nuestra corta y triste historia. Hoy me encuentro en tu lugar de reposo hablando contigo como si estuvieras aquí, y sé que lo estas, después de todo siempre estas conmigo, tu eres mi ángel guardián. Y prometo venir todos los sábados a leerte nuestro libro, y cuando termine lo volveré a leer, y así seguiré hasta estar a tu lado algún día y poder leerlo juntos.

Te extraño mi pequeña ángel.